
No sabes lo que tienes hasta que lo pierdes, parecería exactamente la frase que resumiría mi vida. Pero no es así. Que te deje ir no significa que no te valore. Que te eche de menos no significa que te haya valorado tarde. Hay causas que me llevan a comportarme como me comporto y prefiero que no las sepas. Sí, sé que mi comportamiento de niña estúpida y caprichosa no tiene disculpas y, a estas alturas, no se las voy a dar nadie. Son demasiados errores, uno tras otro, como si no aprendiese. Pero no soy capaz de actuar de manera diferente. Y me duele, claro que me duele. ¿Cómo no me va a doler ver que pierdo personas que valen la pena por mis putos miedos? Miedos que no soy capaz de controlar y que las otras personas desconocen... Lo siento, he cometido toda mi vida el error de ser demasiado miedosa. Enfréntate al miedo, dirás, y lo intento, pero el miedo me acaba pudiendo... ¿Y para qué mentir? Si para ti es mejor estar lejos de mí, sin conocer todo lo que me desequilibra.
Me faltan apoyos, me sobran ganas de ser escuchada. Y volvemos a lo de siempre: Decepciones y mi.. mi forma de evadir toda la realidad, de camuflar mis problemas detrás de un "estoy bien, ¡no te preocupes!". No puedo pedir a nadie que me lea la mente, ni siquiera que lean entre líneas cuando a veces no digo nada entre cada uno de los renglones de mis escritos. No puedo pedirle a nadie que me abrace cuando tengo ganas de llorar. No puedo pedirle a nadie que esté a mi lado, aunque sea en silencio. No puedo pedir nada. Y otra vez, la culpa es mía. Por esperar demasiado, por ser demasiado inocente, por ser tan... yo.
Qué patético me resulta todo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario